Trabajar en un poema me lleva a la conciencia de estar dentro del grupo de los privilegiados, incluso cuando aún se vive en el hogar materno y la amenaza de su muerte llena todos los espacios. Trabajar en un poema significa tiempo y libertad. Ambos necesarios para crear.
Sin embargo, cada día se me desatan los privilegios. Y es ahora cuando recuerdo con nostalgia la adolescencia por primera vez. Yo, que abominaba del pasado, quisiera volver a él, para ir a la biblioteca y escribir por placer y, sobre todo, sin esperar nada a cambio. Tampoco reconocimiento. Solo bastaba juguetear con las palabras hasta crear un mundo distinto que emergía poco a poco, sin saber de dónde ni cómo. La función de la triste joven que golpeaba las teclas se limitaba a constituirse en medium entre sus sesos y el mundo exterior. La técnica no importaba.
Por ello, decidí hace unos meses retomar la escritura desde ahí. Desde las entrañas y el experimento. Aún no puedo enseñaros nada, pero estoy avanzando más de lo que había avanzado jamás. La melancolía por la pasión pueril de una adolescente veleidosa le ha dado la mano a una adulta rebelde sin más esperanza que la de hacer agujeros para fabricar tiempo en el que entretenerse. Y así ha vuelto la bestia que no escatima en vísceras,sangre, píxeles y fibra óptica.
Así, os invito a vosotros, que seréis dos, tres a lo sumo, a que os suméis a la rebeldía de los agujeros y os pongáis a trabajar en un poema. Si no os gustan las palabras, no os preocupes: cualquier artefacto bello y honesto es poesía.
POEMA
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura
Alejandra Pizarnik, Los trabajos y las noches